lunes, 12 de noviembre de 2007

Desde Bogotá

Llegué a Bogotá y la primera sensación que me dió es haber llegado a un lugar en donde el tiempo se detuvo. Era como estar en los 70, principalmente porque todo me pareció muy antiguo y desolado. Literalmente, nadie en las calles.
Ciertamente mi percepción de las cosas fue manipulada por un cansancio extremo provocado por largas horas de vuelo y una parada en Panamá que duró más de la cuenta.
A la mañana siguiente el sol se asomó por la habitación del hotel y todo volvió a ordenarse en mi cabeza.
Bogotá es una ciudad preciosa, llena de áreas verdes y su gente es extremadamente amable (aplauden cuando el avión aterriza). El café, para que decir... no vi en ninguna parte café instantáneo. Supongo que servir café en tarro es como una broma de mal gusto.
Talvez lo más fuerte y conversando con la gente que tuve la oportunidad de conocer, es tomar conciencia de que Colombia es un país en guerra. No se ve nada extraordinario ni especial movimiento en las calles, pero si te fijas un poco, te das cuenta que todos los accesos a edificios públicos, zonas turísticas y hoteles, están fuertemente custodiados por la Policia Militar.
Me llamó muchísimo la atención el hecho de que los policias colombianos se parecen mucho a los chilenos por sus colores, impecable presentación y profesionalismo. La diferencia es que en Bogotá son impresionantemente muy jóvenes.
En esta primera visita el trabajo consumió mis horas... en fin, a eso vine. Espero de todas formas volver muy pronto y tener la oportunidad de recorrer un país que sin duda tiene mucho que entregar.